Falleció el pintor y escultor colombiano Fernando Botero

Falleció el pintor y escultor colombiano Fernando Botero

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EFE/ Guillaume Horcajuelo

Falleció el artista colombiano Fernando Botero a los 91 años. La W informó en la mañana de este viernes 15 de septiembre que el maestro había muerto. El día anterior, el mismo medio aseguró que el pintor y escultor nacido en Medellín tuvo quebrantos de salud que lo llevaron a visitar una clínica.

Nacido en una Medellín resguardada por las montañas, hizo allí sus primeros trazos. Terminado su bachillerato viajó a Bogotá, donde tiempo después obtendría el segundo puesto en el IX Salón Nacional de Artistas. Andado el tiempo viajaría a Europa con la bolsa del premio.

Según Juan David Zuloaga, en Europa, en los principales museos de Italia y España (en especial el Museo del Prado en Madrid y la Galería de los Oficios en Florencia), tuvo ocasión de ver las obras de los grandes maestros y tuvo la oportunidad de aprender de ellos, de beber de ese manantial inagotable que en todas las artes son los clásicos.

Luego apreciaría la evolución del arte moderno (es decir, el arte que en Occidente se ha hecho desde el siglo XIV hasta nuestros días) y se enamoraría del primer Renacimiento italiano, que ya es logro y culminación y esplendor; sobre todo encontraría su espíritu afinidad con la obra de Piero della Francesca, cuya aura rezuma en las obras del colombiano.

Luego vendría la búsqueda de una expresión propia, la consolidación de un estilo. Pero antes vendrían sus viajes por México y Estados Unidos, así como las repulsas de los galeristas, las incomprensiones del público, la fiereza de la crítica; vendrían la separación de su esposa, la errancia neoyorquina, las nostalgias de la ausencia, las dilaceraciones de la duda, las soledades sin nombre y las angustias sin cuento que nos depara la suerte. Pero allí estuvo la tenacidad y la perseverancia del artista para, decidido, continuar su camino.

Un accidente -como ha ocurrido algunas veces en la historia de las artes, de las ciencias, de la humanidad- sellaría su estilo. Pintando una mandolina, dibujó muy pequeña la boca de la caja de resonancia y notó que ganaba el instrumento musical un volumen inusitado. Y desde entonces anduvo en busca del volumen: voluminosos los seres que pueblan sus cuadros, voluminosos los cerros y las colinas, voluminosas las palomas, voluminosos los ataúdes, las monjas voluminosas, voluminosas las frutas y los tenedores que las trinchan, voluminosas las esculturas. Esas mismas esculturas que, imponentes, habrían de dialogar con el urbanismo y la arquitectura de los Campos Elíseos muchos años después, en 1992.

“Ha inventado una forma distinta de ver el arte, el boterismo”, explicó en rueda de prensa Marisa Oropesa, la comisaria de esta exposición en la que están presentes temas recurrentes del autor como el universo femenino, la pintura al aire libre, la naturaleza muerta y el desnudo, así como contenidos que entroncan con las raíces de su tierra natal como el carnaval, la música o el baile.

Una buena parte de su colección privada la donó a principios del milenio al Museo de Antioquia en Medellín y a la Casa de la Moneda en Bogotá, dos lugares que albergan la importancia de su obra para la historia del arte en Colombia, así como su aporte para las artes a nivel mundial.

Alguna vez Botero dijo en una entrevista para Diners que: “Lo más terrible de la idea de la muerte para un artista es saber que no podrá pintar más. Yo quiero morir como Picasso, que a los 93 años, después de pintar un cuadro -malísimo como los que hacia al final-, se fue a cepillarse los dientes a las dos de la mañana y cayó muerto. Los pintores nunca nos jubilamos”.

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